martes, 4 de diciembre de 2012

Ocaso


Sí, recuerdo perfectamente esa foto. Me la hicieron antes del concierto. ¿De dónde la has sacado, hija?. Era en el Carnegie Hall de Nueva York. Concierto para piano número 3 de Rachmaninov, ¿o era el número dos de Brahms?. Ocho en punto de la noche, el público espera mi salida al escenario en un silencio reverencial. Se encienden las luces, que me sonríen con un guiño cómplice, salgo al escenario y me siento en la butaca del piano. Silencio y más silencio. Alguna tos. Se oye en el patio de butacas el roce de una tela en un cruce de piernas. Acaricio las teclas hasta hacerlas llorar, reír, bailar, amar, gritar, besar... La mejor pianista de este país, con tan sólo veinticinco años. Quince minutos de aplausos con el público en pie y un gran ramo de flores. Esa noche les había regalado la belleza.

Déjame la foto encima del piano, hija, así la veo mientras ensayo. Sí, sí, ahí, siempre me dejan la bandeja con la comida encima del piano. Les tengo dicho que me lo van a estropear, pero nada, no hay manera. Incluso hay una, que siempre, invariable y estúpidamente, llama “mesa” a mi piano. Esa pobre no ha visto un piano en su vida. ¿Cuántos años han pasado desde esa foto?, ¿Veinte?, ¡Cuarenta y cuatro dices, qué barbaridad!. Tú todavía no habías nacido, ¿no hija?. Es curioso, algunas cosas se me olvidan pero recuerdo ese momento perfectamente. Aquél día conocí a tu padre, el mejor violonchelista. No tocaba el chelo, eso era para los perdedores. Él hacía el amor con su violonchelo.

Estoy un poco preocupada por el concierto del viernes en Londres. Ensayo a todas horas. Bueno, a todas horas no porque aquí no me dejan. “Natalia, ya le hemos dicho que a las ocho tiene que dejar de hacer ruido. Los demás tienen que descansar”. ¿Ruido? ¿Es ruido Schubert? ¿Es ruido Liszt? Son todos unos incultos, no entienden nada, me tratan como como si no supieran quién soy. Me tendrán envidia, ha pasado siempre. Sólo les importa que me tome las pastillas. Sobre todo la redondita de color rosa. No saben de arte, de lo sublime, de tocar el cielo. Pobres... se quedan rozando el suelo. Y yo necesito ensayar más, no estoy segura en el andante, no sé, me falta alma, ¿te lo toco, a ver qué opinas?. Los dedos se me agarrotan un poco y los tengo algo hinchados, ¿ves?. Antes eso no me pasaba. Pero no puedo defraudar a mi público. Soy la mejor pianista. Por cierto, dile a mi representante que recuerde no ponerme ningún concierto un sábado. Tengo que estar aquí para esperarlo. Dame un poquito más del lícor ese que escondo en el armario. Me tiemblan las manos.

“Espérame, pronto estaré de vuelta, no llores, tonta, si es sólo una semana, ponte guapa que el sábado te vengo a buscar para ir a bailar”. Es tan bueno conmigo. Y tan guapo. Es un gran violonchelista. El mejor. No sabemos de mediocridades, somos unos triunfadores. Se fue a Berlín a dar un concierto con la Filarmónica. Entonces estaba embarazada de ti, ¿te lo he contado ya?. “Te espero, te esperaré siempre”. Hoy es sábado, ¿no?. Dame el vestido negro de satén que tengo en el armario, ese de tirantes. Y los zapatos de tacón que están ahí debajo, ¿los ves?. Bueno, vete ya que se me va a hacer tarde y me tengo que arreglar. Hoy es sábado, ¿verdad, hija?. Vendrá.

 MARÍA CASADO ALONSO

10 comentarios:

  1. Un buen día a todos nos llegará y lo mejor será recibirlo con la dignidad bien aprendida.
    Buen relato, espero que tarde en llegar.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Mela. Sí, debemos recordar que ninguno nos libraremos de ello. Un abrazo

      Eliminar
  2. Tiene un cierto aire a nostalgia el relato. En el comienzo has conseguido que yo estuviera en ese concierto y escuchara a Rachmaninov y Brahms en mi cabeza y eso es díficil de conseguir porque la descripción que haces no es demasiado extensa tampoco :-)

    Buen relato.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tus palabras, Oski. Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo

      Eliminar
  3. ¡Ayy, qué triste! Me he imaginado hasta la música de fondo. Breve, pero descriptivo. Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Pues me quedo con tu pianista a esperar a su violonchelista, si no te importa. Es que me da un poco de pena que se quede sola.
    ¡Besazos, María!

    P.D.: Me acabo de dar cuenta de que ya no tenemos que poner las letrajas... ¡Gracias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si es que tengo un maestro que se llama Luis que me guía por estos mares del blog y me dice lo que tengo que quitar, así que ya no hay "letrajas" :). Si quieres esperar al violonchelista ponte cómodo... Gracias a ti

      Eliminar
  5. Me ha gustado mucho...triste, real ... No se ...Gracias. Juan

    ResponderEliminar