sábado, 24 de agosto de 2013

Papá , dame la mano


Papá, dame la mano y llévame hasta aquél columpio donde reíamos sin tropezarnos, hasta mi cuaderno azul con “ya me sé la tabla del seis”. Léeme, otra vez, ese cuento que nunca termina y la lista de los diferentes colores del adiós, porque ya no encuentro mis zapatos entre los escombros, porque tengo veintisiete recuerdos que roncan por las noches y un pasado prometedor. 
Papá, dame la mano y llévame al lugar al que nunca fuimos, a tus ojos sin tormenta y al lugar del que nunca debimos volver. Dime que cuando sueño también vivo, que no dices que me quieres porque olvidaste la conjugación del verbo querer y que las sombras que se esconden en mis bolsillos olvidarán mi nombre. Cuéntame quién soy cuando cierro la puerta o cuéntame, otra vez, los segundos que aguanto sin respirar. 
Papá, dame la mano y llévame hasta el cajón donde se guardan las esquinas que no se doblan y hasta ese día en que llenaste una maleta de mentiras. Dime que los años, “un dos, tres, al escondite inglés”, no asesinan mi niñez sobre un suelo de cemento, que no perdí el tiempo buscando mis alas y dime dónde guardabas todos los besos que no me dabas. Dime dónde fueron las palabras que dije ayer y dime, “sin mover las manos ni los pies”, que puedo volver a empezar. 
Papá, dame la mano, que tengo miedo.


MARÍA CASADO ALONSO

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