Ocurrió un día cualquiera. Uno como cualquier otro. Ese día se fue y pensamos que sería por un tiempo, que luego volvería, como había hecho otras veces. Siempre había estado ahí, abrigando nuestras penas y coloreando nuestras miradas. Quizá se cansó de cargar sobre su espalda amarilla con la alegría de todos. O quizá no quiso seguir observando nuestras vidas sin alas. Fuera lo que fuera, un día, el sol se fue y se fue para siempre. Desde entonces vivimos más lentos, más ajados. Sin él. Sin color.
MARÍA CASADO ALONSO
¿Y por qué no puede volver? Yo prefiero pensar que sí, que lo volveremos a ver. Un beso.
ResponderEliminarEs mi sentido trágico de la vida :). Pero seguro que vuelve, de hecho, creo que va y viene a menudo. Un beso
EliminarPues yo pienso verlo mañana mismo...
ResponderEliminar¡Un besazo!